“O vivir con honor o morir con gloria, el que sea valiente que me siga”

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Por el Presidente Instituto Cultural Argentino Chileno, Prof. Raúl Bustamante Flores

Bernardo O’Higgins Riquelme nació el 20 de agosto de 1778 en Chillán Viejo. Su padre era un irlandés al servicio de la corona de España, que fue Intendente de Concepción, don Ambrosio O’Higgins y su madre doña Isabel Riquelme, una señora principal de Chillán.

Poco se sabe de sus primeros años. En 1782, fue llevado a Talca a casa de un acaudalado comerciante, Juan Albano Pereira, donde fue bautizado y recibió los cuidados y cariño de su esposa, doña Bartolina de la Cruz.

En 1788, don Ambrosio O’Higgins fue nombrado Gobernador de Chile y queriendo darle a su hijo una buena educación, lo envió al Colegio de Naturales en Chillán y luego a aristocrático Colegio de San Carlos en Lima.

Posteriormente, en 1794 fue enviado a España, a Cádiz a casa de su tutor, don Nicolás de la Cruz. A los pocos meses fue enviado a Inglaterra donde perfeccionó sus estudios en una academia de Richmond, cerca de Londres.

Conoció a Francisco Miranda, precursor de la independencia hispana, quien lo imbuyó de las ideas libertarias y consejos que le servirían para tomar parte activa en la lucha de emancipación de nuestro país.

Regresó a Cádiz en 1799 y el 3 de abril de 1800 se embarca en la fragata «Confianza» para regresar a Chile, pero ésta es capturada por un buque inglés, debiendo regresar a su puerto de origen, después de muchas vicisitudes. En Cádiz permanece dos años más.

Al recibir la noticia de la muerte de su padre en Lima, el 18 de marzo de 1801, decide regresar a Chile, lo que hace en abril de 1802, llegando a Valparaíso el 6 de septiembre de ese año.

Su padre al morir testó a su favor la Hacienda de Las Canteras. A esta propiedad dedicó los próximos años, sin descuidar su disposición al servicio público.

En 1806 fue Alcalde de Chillán y en 1810, Subdelegado de la Isla de Laja. Consciente de su falta de preparación militar, le pidió al Coronel Juan Mackenna que le instruyera sobre los conocimientos que carecía.

Aun cuando no participó en los movimientos revolucionarios de José Miguel Carrera Verdugo, del 4 de septiembre, 15 de noviembre y 2 de diciembre de 1811, sin embargo concordó con ellos, participando en la Junta de Gobierno.

En 1813 los realistas se vengaron de su participación en los movimientos de emancipación, quemando las casas de su hacienda, talando sus campos y tomando prisioneras a su madre y hermana.

En mayo de 1814 firmó el Tratado de Lircay en el que estamparon su firma el realista Gainza y el plenipotenciario chileno Juan Mackena. Los españoles, sin embargo, no cumplieron el tratado e inmediatamente planearon volver a las operaciones militares. En septiembre de 1814 el Ejército chileno, en el que Bernardo dirigía una división, sufrió una importante derrota frente a los realistas en Rancagua, cerca de Santiago.

Después de este contratiempo decidió unirse al Ejército argentino de San Martín y, poniéndose bajo sus órdenes, se planeó el asalto a Chile y luego a Perú. La expedición partió de Mendoza en enero de 1817 con el general Soler, en calidad de segundo comandante, mandando la vanguardia, Bernardo el centro y San Martín la caballería a retaguardia. Pese a la inferioridad numérica, la tropa libertadora, consiguió una importante victoria sobre los realistas en Chacabuco, lo que le permitió dirigir y controlar nuevamente la Junta instaurada en la recién liberada Santiago. Posteriormente conquistó Concepción en julio de 1817.

El Ejército fue replegado entonces en marzo de 1818 a Talca, donde O’Higgins proclamó la independencia de Chile.

Este tuvo una amplia labor gubernativa ayudando a establecer la libertad de prensa gracias a su iniciativa en el Senado; restauró el centro de enseñanza nacional e inauguró las primeras escuelas del sistema lancasteriano. Inspiró también la apertura de un jardín botánico y un museo en la capital, organizó la policía de seguridad e implantó el código sanitario.

La formación del Estado chileno con una estructura moderna fue, sin embargo, el fin de su carrera política, ya que con la aprobación de la Constitución en 1822 se vio obligado a retirarse de la vida pública, exiliándose en Lima en 1826.

En 1842, a propuesta del Gobierno chileno, le fue reconocido el derecho a gozar de una pensión en cualquier parte del territorio nacional en que viviera, pero, justo cuando iba a regresar a su tierra, murió en Lima el 24 de octubre de 1842.

Fue enterrado con mucha modestia en el Cementerio Central, aunque un mes más tarde se le homenajeó con unas grandes exequias. El Gobierno chileno, dirigido por el general Bulnes, decretó ocho días de luto oficial. En 1864 se presentó un proyecto para

trasladar sus restos mortales a Chile. La repatriación se produjo en 1868, llegando sus restos con grandes honores a Santiago de Chile el 13 de enero de 1869, donde se le enterró en el Cementerio General en un grandioso mausoleo.

“O vivir con honor o morir con gloria, el que sea valiente que me siga”