El que come y no convida…
Por el Arzobispo de San Juan de Cuyo, Monseñor Jorge Eduardo Lozano
Hay dichos populares que son muy expresivos.
Hace unos meses me encontré circunstancialmente con una mujer de cerca de 90 años de edad, nacida en un país de Europa. Debido a la pobreza y el hambre en su tierra, se vinieron con parte de la familia a vivir a la Argentina. Me contaba que se pasaba hambre en su pueblo. En una oportunidad su hermano mayor había conseguido unas pocas papas y cebollas, y las comían a escondidas, porque no alcanzaban para compartir con los vecinos. Recordaba con amargura el sentimiento de comer con vergüenza y culpa. Salvando las distancias, también he visto niños que en el recreo se esconden para comer el alfajor sin ser vistos.
Como contradicción con estos sentimientos vemos el despilfarro ostentoso en otros sectores de la sociedad. Comida que se tira, se pudre. Es obsceno el desperdicio de lo que para muchos es inalcanzable. Sería bueno que tuvieran vergüenza y culpa, como los pobres y los niños.
Este domingo de realiza la Jornada Mundial de los Pobres. El Papa Francisco nos ha regalado para este año un Mensaje con el lema «La oración del pobre sube hasta Dios» (cfr. Sirácida 21,5).
Estamos en camino a la celebración del Jubileo en 2025, poniendo el foco en el 2024 especialmente en la oración. En su mensaje Francisco escribe: “En este año dedicado a la oración, necesitamos hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos. Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada”. Y nos recuerda el Papa lo que ya enseñó hace más de diez años: «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (EG, 200)”.
En algunas Visitas Pastorales me alegra cuando veo que en las parroquias los voluntarios de Caritas empiezan su servicio compartiendo un rato de oración con las familias que acogen. Esto hace que “en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas… la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento”.
Esta Jornada “es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados. Debemos agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él. El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado. Los pobres tienen todavía mucho que enseñar porque, en una cultura que ha puesto la riqueza en primer lugar y que con frecuencia sacrifica la dignidad de las personas sobre el altar de los bienes materiales, ellos reman contracorriente, poniendo de manifiesto que lo esencial en la vida es otra cosa”.
La vida es un don de Dios, un regalo de su amor. Es cierta la expresión popular “nadie tiene la vida comprada”. Sin embargo, la cultura materialista nos puede llevar a considerar las cosas como posesión individual sin tener en cuenta el Destino Universal de los bienes de la creación. Por eso nos recuerda el Papa que “la felicidad no se adquiere pisoteando el derecho y la dignidad de los demás”. Francisco concluye su mensaje evocando a Santa Teresa de Calcuta, que entregó la vida por los pobres. “El 26 de octubre de 1985, cuando habló a la Asamblea General de la ONU mostrando a todos el rosario que llevaba siempre en mano, dijo: «Yo sólo soy una pobre monja que reza. Rezando, Jesús pone su amor en mi corazón y yo salgo a entregarlo a todos los pobres que encuentro en mi camino. ¡Recen también ustedes! Recen y se darán cuenta de los pobres que tienen a su lado. Quizá en la misma planta de sus casas. Quizá incluso en sus hogares hay alguien que espera vuestro amor. Recen, y los ojos se les abrirán, y el corazón se les llenará de amor».”
Los gestos de cercanía y ternura hacia los pobres no se improvisan. Surgen de un corazón que reza.
Como les conté, esta semana los obispos argentinos estuvimos reunidos en Pilar, hubo elecciones para autoridades de distintos espacios de nuestra iglesia y he sido designado como presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación de la Conferencia Episcopal Argentina. Estoy realmente muy contento y agradecido.