Octubre misionero y peregrino
Por el Arzobispo de San Juan de Cuyo, Monseñor Jorge Lozano
Octubre llega, y con él se abre en el corazón de la Iglesia un tiempo especial: el mes misionero. Es un tiempo de gracia que invita a movilizarnos, a mirar más allá de nuestras fronteras y a renovar el ardor de la fe que nos llama a “salir”, a ponernos en camino. En la Argentina, octubre tiene además un color y un pulso particular: es el mes de la peregrinación a Luján, donde miles de jóvenes y personas de todas las edades caminan, rezan y se encuentran bajo la mirada tierna de la Virgen. Este año con el lema: “Madre, danos amor para caminar con esperanza”.
Es un verdadero movimiento de fe popular, que nos muestra que “Dios es sencillo y se revela a los sencillos” (León XIV, 27 de septiembre). Cada año, multitudes inundan los caminos, desafiando el cansancio y el frío, para llegar hasta la Basílica y poner a los pies de María sus sueños, dolores y esperanzas. Todos confluyen en ese río humano que no se detiene, sostenidos por el canto, la oración y la certeza de no caminar solos.
Entre los peregrinos, resalta la presencia vibrante de cientos de jóvenes que caminan y se entregan a la acción misionera. Son ellos quienes, en las paradas y en los puestos de servicio, comparten la alegría de la fe, animan a los cansados, escuchan historias de vida y ofrecen un testimonio luminoso en medio de la noche. Son “Peregrinos de Esperanza” porque encarnan ese anhelo profundo de un mundo mejor.
Su testimonio es contagioso y provoca preguntas: ¿De dónde nace tanta alegría? ¿Por qué este empeño en ayudar al desconocido? La respuesta es sencilla y profunda a la vez: surge de la experiencia viva de Jesús, de sentirse enviados, elegidos, amados y sostenidos por una esperanza que no defrauda.
A su vez, este fin de semana en San Juan se está realizando la Misión Arquidiocesana de Jóvenes. Cientos que recorren casas, plazas, hogares de ancianos, centros vecinales. En sus mochilas llevan la convicción de que, aun en medio de las tormentas, es posible sembrar esperanza. Y así, se vive una verdadera misión, donde cada paso y cada encuentro es una oportunidad para anunciar la Buena Noticia.
En su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2025, (el último que escribió el Papa Francisco antes de su muerte) nos recuerda: “He elegido este lema: ‘Misioneros de esperanza entre los pueblos’, que recuerda a cada cristiano y a la Iglesia, comunidad de bautizados, la vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de la esperanza, siguiendo las huellas de Cristo”. Y pide “que podamos dejarnos guiar por el Espíritu de Dios y arder de santo celo para iniciar una nueva etapa evangelizadora de la Iglesia, enviada a reavivar la esperanza en un mundo abrumado por densas sombras”. Vivimos tiempos difíciles. Las noticias nos golpean a diario con relatos de guerras, hambre, desprecio de la dignidad humana, mafias y trata de personas. Son realidades que desgarran el tejido social y hacen tambalear los ideales que nos sostienen. Pareciera, a veces, que la esperanza se apaga y que no hay salida posible.
Las palabras de Francisco resuenan con fuerza en este octubre misionero, llamándonos a no quedarnos en la comodidad, sino a salir al encuentro de los demás, especialmente de quienes más sufren.
En medio de este clima desafiante, la voz de la Iglesia sigue convocando a la oración y al compromiso concreto. El Papa León XIV ha invitado a todos los fieles a rezar el Rosario por la Paz todos los días de este mes. Y en particular, «la tarde del sábado 11 de octubre, a las 18 hs., lo haremos juntos en la plaza de San Pedro, en la Vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, recordando también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II». Acudamos a esta convocatoria en cada comunidad y familia.
El próximo fin de semana se realizará la colecta nacional por las misiones. Es una oportunidad concreta para expresar nuestra solidaridad con quienes anuncian el Evangelio en lugares lejanos y muchas veces olvidados.


