Opiniones

Se celebró la misa de Acción de Gracias por la Navidad en San Juan

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El Domingo, 21 de Diciembre, el gobernador de San Juan, Dr. Marcelo Orrego participó de la misa de Acción de Gracias por la Navidad, celebrada en el exterior de la Catedral San Juan Bautista.

La ceremonia religiosa fue presidida por monseñor Jorge Lozano y contó con la presencia de autoridades provinciales, municipales y una numerosa concurrencia de fieles.

Homilía de Monseñor Jorge Lozano

La Navidad de las Sillas

En esta Nochebuena, cuando las familias se reúnen y las mesas se preparan con cariño, hay una imagen que se repite en muchos hogares: la silla vacía. Esa silla que alguna vez ocupó alguien muy querido y que hoy, por distintas razones, está deshabitada. La vemos y, aunque intentemos disfrazarla o ignorarla, su silencio nos habla fuerte. Nos recuerda ausencias, nos trae nostalgias, nos conecta con el profundo misterio de la vida y la muerte, los caminos recorridos, senderos que se bifurcan e historias entrelazadas.

Las sillas vacías tienen diferentes historias. Las hay por quienes han partido de este mundo y nos dejaron su memoria abrazada a cada rincón del alma. También quedaron sillas vacías por quienes debieron migrar, buscando en tierras lejanas la esperanza que aquí les fue esquiva. Otros lugares fueron dejados por quienes están internados en hospitales, luchando con la salud; por quienes están en prisión, separados por errores o injusticias; y por quienes se alejaron por conflictos o distancias que aún no sanamos.

Cada ausencia tiene un peso único, cada silencio nos invita a mirar más allá del simple espacio físico: nos interpela sobre el significado profundo de compartir la vida, de extrañar, de esperar, de perdonar.

Pero la Navidad también nos invita a mirar otro vacío: el vacío existencial, ese hueco en el corazón que no se llena con objetos ni con afanes. Es el sentimiento de ausencia interna. Cuando era pequeño escuchaba a mis abuelos hablar de la “morriña” (en gallego) o “saudade” (en portugués). Es esa experiencia que nos invade cuando falta alguien, cuando algo esencial se ha perdido, cuando los sueños parecen quedar en pausa.

En muchos hogares, la silla vacía no solo representa a alguien que no está, sino también la nostalgia por tiempos mejores, por la infancia, por familias que cambiaron, por deseos que se disolvieron. Es un vacío emocional que a veces se esconde en la rutina, pero en noches como ésta emerge con sinceridad y nos hace preguntarnos: ¿quién ocupa ese lugar en mi corazón?

La Buena Noticia de la Navidad es que Jesús viene precisamente a esos espacios, a esas ausencias, a esos vacíos que nos duelen y nos desafían. Él no llega para reemplazar a nadie, ni para borrar nuestros recuerdos, sino para traer consuelo y protección, para acompañar cada lágrima y cada esperanza.

Jesús se sienta en la silla vacía de nuestra mesa y nos susurra que no estamos solos, que el amor no termina con la ausencia física. Él transforma el dolor en encuentro, la nostalgia en esperanza, la soledad en compañía. En la Navidad, Dios se hace pequeño y vulnerable, y nos invita a ponerle nombre a nuestro vacío, a dejar que su presencia lo habite y lo sane.

Quisiera mirar esta alegoría de la silla desde otra dimensión. No todos tienen una silla donde sentarse. Hay migrantes, pobres, marginados, personas que sienten que la mesa de la vida les queda lejos. Viven la exclusión y el desarraigo, la incertidumbre de no saber si mañana tendrán un plato, un techo, un abrazo. Para ellos la Navidad a veces es no más que una fecha en el calendario, una esperanza que parece ajena.

Pero Jesús nació en una familia que tampoco encontró lugar. María y José llegaron a Belén cansados, buscando albergue, y terminaron en un pesebre: entre animales, en el frío, lejos de la comodidad; “porque no había lugar para ellos en la posada”. Ellos, como muchos hoy, experimentaron la puerta cerrada, el rechazo, la fragilidad.

Esta historia de la Sagrada Familia nos desafía a mirar a quienes están en el margen, a quienes nadie espera, a quienes les falta una silla y una mesa. La Navidad nos recuerda que Dios habita el lugar del excluido, se hace presente en la vulnerabilidad, y nos invita a compartir la mesa con los que menos tienen, a abrir la puerta de nuestro corazón y de nuestro hogar.

Así como María y José encontraron consuelo en el pesebre, así también Jesús quiere ser consuelo para todos los que hoy sienten que no tienen espacio, que no pertenecen, a quienes la injusticia les ha puesto afuera.

En esta Nochebuena, ante la imagen de la silla vacía, veamos a Jesús que viene a habitar nuestro vacío, a ofrecernos su abrazo y su paz. Nos invita a mirar al que falta y al presente, al que está lejos y al que está cerca, al que se siente solo y excluido.

Que esta Navidad nos encuentre sensibles a la ausencia, pero también dispuestos a la esperanza. Que sepamos invitar a Jesús a nuestra mesa, permitiendo que su presencia consuele, sane y llene de sentido cada espacio vacío. Y que, como comunidad, sepamos buscar a quienes no

tienen lugar, y hacerles sitio en nuestra vida, para que la Navidad sea de todos, y cada silla vacía sea oportunidad de encuentro, de consuelo y de amor.

 

+Jorge Eduardo Lozano

Arzobispo de San Juan de Cuyo

El Belén Viviente «Hogar de Luz»

Al finalizar la ceremonia religiosa, se presentó el tradicional Belén Viviente.

El Belén Viviente presentado este año llevó por nombre Hogar de Luz, una denominación que surge del sentido simbólico que tuvo la Catedral durante todo el Año Jubilar, concebida y sostenida como un hogar para todos. En ese marco, el Pesebre Viviente representa la llegada de la luz del nacimiento de Jesús, como cierre de un tiempo marcado por el encuentro, la fe y la comunidad.

La propuesta se realizó de manera conjunta con la Dirección de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de San Juan, y tuvo como eje una puesta artística inclusiva, que año a año convoca a distintas instituciones para participar de esta representación tradicional.

El Belén Viviente fue protagonizado por el Ballet Estable Municipal “Sembrando Ilusiones”, integrado por personas con discapacidad y conformado por 53 jóvenes, que desde hace varios años impulsa la realización de un pesebre viviente inclusivo. A esta propuesta se sumó el Coro de Vientos, un coro de adultos mayores dirigido por Adriana Ay, que acompaña musicalmente todo el desarrollo de la puesta en escena.

También participaron academias con niños, un grupo de adolescentes, una academia de adultos mayores perteneciente a UPCN y la academia Alma Cuyana, integrada por los niños más pequeños. Además, se destacó la participación del grupo La Gracia de Dios, perteneciente a la Catedral y conformado por personas sordas, que realizará por primera vez una intervención artística, junto a la pastoral artística de la Catedral.

La dinámica del Belén Viviente propuso recorrer los distintos momentos del pesebre, combinando escenas y expresiones artísticas con intervenciones musicales, en una puesta conjunta que integra a todos los participantes. En total, alrededor de 150 artistas formaron parte de esta representación, que puso en valor la inclusión, la diversidad y el trabajo comunitario.